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lunes, 23 de agosto de 2010

Megarrealismo cuarto ensayor (todo es poetizable)


“Todo; absolutamente todo, es perfectamente poetizable”
(Yo Mismo)

La poesía es un arte y como todo arte tiene sus técnicas; así como el pintor conoce sus óleos, acrílicos y témperas, y sus lienzos y murales,  así como conoce la escala de colores y su degradación desde los tonos brillantes hasta los tonos oscuros pasando por los pasteles y todas las técnicas asociadas a sus usos, así también el poeta ha de conocer
las técnicas de ritmo, forma y estructura.

La rima consonante, asonante, blanca y ausente, la métrica estricta y la métrica libre, el ritmo fonético, y el semántico y el simbólico; junto a las palabras representan todos ellos los instrumentos del juglar para sublimar su entorno a través de la pluma (entiéndase por entorno tanto el Universo exterior como el Universo interior del artista con todas sus manifestaciones)

Y todo puede ser sublimado por la pluma, al respecto recuerdo al premio Nóbel Ricardo Eliécer Neftalí Reyes, quién le escribió una muy hermosa oda a algo tan ordinario y común como lo es la cebolla.
Así que todo se puede embellecer con palabras, podríamos cantarle al bombillo; por ejemplo

Ah bombillo iluminado,
pedacito de Universo alborotado
que permite la plácida lectura
aun en la noche más oscura.

(Claro que esta estrofa requiere pulimento, pero rinde la idea)

Por qué no una oda a la cerradura:

Cerradura humilde y fría
tú que impides a los chacales del hampa
adentrarse en la guarida de los justos
nunca impidas que visite mi morada
un corazón sincero y amable.

(Otra estrofa que pide cera y brazo, mis disculpas por eso)

La cuestión no es qué cosa es poetizable, sino cómo poetizo lo que quiero sublimar.
No sé si dicha pregunta tenga respuesta, pero me aventuro a pensar que mediante un ejercicio de reflexión y/o meditación, después de informarnos lo más a fondo posible acerca del fenómeno en cuestión, la aventura de embellecer lo ordinario y permutarlo a extraordinario se transforma en un agradable paseo.

Entonces, para sublimar el tomate, el mango, el mantel sobre la mesa, el celular, el automóvil o lo que sea, lo primero es preguntarnos ¿qué tanto sé de eso?, y según la respuesta veremos si nos animamos a escribir de inmediato o si preferimos ahondar, conocer todas las características inherentes al objeto o evento en cuestión, para luego reflexionar sobre sus usos y cualidades y sobre el léxico asociado a él o a los menesteres, quehaceres y disciplinas con él relacionados.
Y meditar, dejar la mente en blanco o cerrar los ojos y visualizar el objeto o evento desde varias perspectivas, saborear su forma, deleitarnos con sus colores y sombras, asombrarnos con sus usos, tanto los usos ordinarios (aceptados por la sociedad toda por convención y a través del aprendizaje) como los extraordinarios, impensables, extravagantes…

Y luego sentarnos a escribir, usando las técnicas poéticas que se nos hagan más fluidas, cuidando el ritmo y la gracia, haciendo versos diamantinos, prismáticos y luminosos.
(Me pasé, mis disculpas si no soy claro en mi exposición)

En definitiva, lo que quiero decir es que todo objeto, hecho, evento o fenómeno es poetizable si se poseen las herramientas necesarias para esculpir; de la palabra bruta, la joya poética.

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